Reflexión acerca de los caballos

Tener un caballo en tu vida es un regalo. En poco tiempo, un caballo puede enseñarle valor a
una persona joven, si ésta decide agarrar un puño de crin y sostenerse por su vida. El más
pequeño de los ponys es mucho más fuerte que la chica más alta. Conquistar el miedo ante
una caída, la posibilidad de que un pisotón deshaga los dedos de los pies, o ser humillado
publicamente por un caballo ante los ojos de los demás, es una hazaña admirable para
cualquier niño. Por eso, podemos estar agradecidos.

Los caballos nos enseñan responsabilidad. A diferencia de una bicicleta o una computadora, un
caballo necesita cuidado constante, y la mayoría de las veces esto significa quedar sucio y algo
oloroso, y además dejar tu sillón favorito. Cuando eliges salir de tu casa calientita para romper
el hielo del bebedero, eliges actuar responsablemente. Cuando tu caballo mete su nariz y
comienza a beber, sabes que has hecho la elección correcta.

Aprender a cuidar a un caballo es un arte y una ciencia. Algunos son bien mantenidos y no
necesitan más que ejercicio regular, algo de paja y un trago de agua limpia. Otros son todo un
reto: te tendrán batallando para evitar que estén muy gordos o muy flacos. Llamarás al herrero
regularmente para darte cuenta una semana después que ya perdieron una herradura. Algunos
son tan propensos a accidentarse que podrías jurar que buscan intencionalmente maneras
nuevas de lastimarse.

Si no creciste rodeado de caballos, puede que no sepas que tienen personalidades únicas.
Normalmente, esperas que los perros sean así, pero ¿los caballos? De hecho, hay caballos
listos, gruñones y hasta algunos con sentido del humor. Estos últimos probarán tus límites
escapando de su caballeriza cuando menos lo esperes.

Los caballos pueden ser tímidos o valientes, flojos o atléticos, obstinados o cooperativos. Con
algunos caballos formarás binomio casi de inmediato, con otros jamás tendrás química. Hay
tantos tipos de caballos como de personas, lo que hace que la relación sea mucho más
interesante.

Si nunca has montado, probablemente pienses que es algo fácil que se puede aprender en un
fin de semana. De hecho sí puedes aprender lo básico en un domingo, pero montar
verdaderamente bien es mucho más complicado que meter la llave, encender el motor de un
coche y poner "drive". Además de escuchar a tu instructor, tu caballo tendrá
algunas cosas que decirte. En un buen día, seguirá felizmente el programa y tolerará tus
errores; otros días, jurarás que está tratando de matarte. Tal vez sólo está siendo grosero, o
tal vez se hartó de lo despacio que estás aprendiendo su lenguaje. De cualquier manera, te
hará saber su opinión. Puede retarte (lo cual eventualmente te hará un mejor jinete), o decidir
llevarte cuidadosamente sobre los obstáculos - si quiere. Todo depende de la relación que
formes con él, y finalmente ésto es de lo que se trata.

Si enfrentas tus miedos, te tragas el orgullo y decides trabajar, aprenderás algunas lecciones
sobre valor, compromiso y compasión además de algunas habilidades de supervivencia.
Descubrirás lo que estás dispuesto a sacrificar para lograr una meta, lo poco que sabes y lo
mucho que te falta por aprender.

Y mientras que algunas personas piensan que "el caballo hace todo", enfrentarás
retos físicos y mentales. Tu caballo puede hacer que te sientas chiquito, o puedes descubrir que
montarlo es lo más cercano que a estar en el cielo

Puedes elegir intimidar a tu caballo, pero ¿realmente quieres eso? Los resultados aparentemente
pueden ser más rápidos, pero tu trabajo nunca se verá tan elegante como el que se obtiene
con la confianza. Los mejores socios escuchan además de pedir. Cuando obtenemos
resultados, nos llega una sensación de triunfo redondeada por la inteligencia invertida, el árduo
trabajo y entendimiento mutuo entre jinete y caballo. Estos días tienes la absoluta certeza de
que tu caballo está disfrutando lo que hace.

Si llegamos a la madurez con los caballos aún en nuestras vidas, a la mayoría nos cuesta
trabajo meter tiempo en nuestras agendas y balancear nuestras necesidades equinas con la
casa y nuestros empleos. Nunca tenemos suficiente tiempo para montar, o para montar tan bien
como quisiéramos. Las horas que dedicamos a esto son placeres robados.

Si tienes esta predisposición para querer a los caballos, compartes tu vida con ellos. Los
caballos conocen nuestros secretos; trenzamos nuestras lágrimas en su crin y les susurramos
nuestras esperanzas al oído. Las caballerizas son un santuraio en este mundo tan revuelto, un
refugio en donde las verdaderas prioridades son claras: un lugar calientito para dormir, alguien
que nos quiera y el lujo de tener comida regularmente. Algunos necesitamos este recordatorio. Al
dar un paso atrás, te das cuenta que ésto no es sólo sobre caballos, es sobre el amor, la vida y
el aprendizaje. En un día cualquiera, un amigo está celebrando el nacimiento de un potro, la
recuperación de una enfermedad o un logro o decepción al probar algo nuevo en la relación
aprendizje/enseñanza. El mismo día, puede haber también una pérdida: una fractura, un caso
de cólico, la decisión de mantener una vida o terminarla suavemente. Los que estamos
involucrados con los caballos, compartimos su ciclo de vida: la vida, amor, pérdida y muerte que
el cuidado de estos animales trae consigo. Cuando nuestros amigos mueren, representa más
que sólo un momento de tristeza.

Marcamos nuestra pérdida con palabras de gratitud por las bendiciones que aportaron a nuestra
vida. Nuestros recuerdos son de alegría, asombro y temor. Unión total. Honramos a nuestros
caballos por su valor, coraje y el deseo de dar.

A los que no están en el círculo les puede resultar extraño. Al vernos con nuestras botas
lodosas ¿quién pensaría que existe tal poesía en nuestro interior? Celebramos a nuestros
compañeros con discursos dignos de héroes. De hecho, los caballos tienen el corazón de
guerreros y nos llevan frecuentemente a diferentes campos de batalla. Sólo escuchen las
historias sobre ese caballo que era EL caballo; de los viajes realizados y las metas cumplidas.
Los mejores caballos se elevan sobre los retos que les ponemos pidiendo muy poco a cambio.
Aquellos que los conocen, comprenden qué tan profundamente puede un caballo sostener un
corazón humano.

Al final, no sabemos si nuestros ángeles nos confían a nuestros caballos o ´los caballos son
confiados a nuestro cuidado. ¿Acaso importa? Estamos agradecidos de vivir entre tan
magníficas bestias.

Nos dan todo a pesar de los horrores del mundo externo. ¿Quién puede entrar a una caballeriza
y observar esos bellos y líquidos ojos marrón sin sentirse transportado a un lugar más
pacífico? Nos hann dado la bendición de descubrir este milagro mientras vivimos.

ANONIMO

quien se acerca a un caballo y lo mira siente que el tiempo que pasa sin estar junto a el se hace eterno y que cuando regresa a su lado nada malo le puede ocurrir